Eran
las nueve y media de la mañana, Alfonso seguía dándole vueltas a la cabeza.
Había muchas cosas sin resolver, y él estaba dispuesto a todo, con tal de que
los niños, estuvieran seguros. Alfonso, daría la vida por ellos y lo ha
demostrado en más de una ocasión.
Los
niños, aun seguían durmiendo… Pero no tardaron mucho tiempo en despertar, ya
que Alfonso recibía una inesperada visita. Era Lorenzo, el guardián.
–
Hola, buenos días. Perdone que le moleste a estas horas de la mañana. Pero
vengo, para ver si podría trabajar aquí, tengo entendido que esto es un
orfanato, no?
–
Sí, bueno… en realidad esto aun no es nada. Vamos a abrir dentro de unos meses
el orfanato, pero aun no sabemos ni el nombre.
–
¿Bueno, poco a poco, no?
–
Sí… Por cierto, ¿Cómo te llamas?
–
Me llamo Lorenzo, es un gusto poder hablar con usted.
–
Igualmente, yo me llamo Alfonso. Y soy el dueño y el director del orfanato.
–
He trabajado durante muchos años de vigilante. Cuando me dijeron, que iban abrir
este orfanato no me lo pensé dos veces. Me gusta estar rodeado de gente, y yo
creo que este es el sitio perfecto.
–
Pues entonces no hay nada más que hablar, estás contratado. Después te enseño
tu habitación y las demás instalaciones.
Alfonso se marchó
rápidamente, parecía tener mucha prisa. Pero antes de irse, advertía a los
niños como siempre, que no abriesen la puerta a nadie. Los críos dieron un beso
a Alfonso y se fueron rápidamente a desayunar.
Lorenzo se acercó al comedor
a agradecer a los niños que no dijesen nada a Alfonso.
–
Muchísimas gracias, por confiar en mí y por no haberle dicho nada a Don
Alfonso.
–
Que conste que nosotros no confiamos en ti, solo estamos dándote una
oportunidad. Ahora ya estas dentro, verdad?
–
Si, pero…
–
Es lo que querías, ahora déjanos tranquilos e intenta acercarte a nosotros lo
menos posible.
–
Os dije que he cambiando, solo os pido que confiéis en mi…
–
Nosotros hemos podido ayudarte, pero que te ayudemos no significa que confiemos
en ti. Porque a nosotros no se nos olvida de dónde vienes y tampoco se nos
olvida todo lo que has hecho.
–
Os repito, he cambiado… si os quisiera hacer daño ya lo hubiera hecho.
–
Pues yo te repito, o nos dejas tranquilos o le cuento a Alfonso toda la verdad.
Para que sepa la clase de persona que eres.
Alfonso
estaba en mitad del bosque, buscando alguna pista, alguna foto, o algún lugar
que resolviera algo. Pero estaba claro, que eso era como buscar una aguja en un
pajar. Era misión imposible.
Así
que el leñador, fue hasta una pequeña granja que había en el bosque.
Alfonso
preguntó a una señora muy amable que vivía en esa granja y que cuidaba del
ganado.
–
Lleva usted mucho tiempo viviendo aquí?
–
Pues sí, llevo bastantes años ya. Unos 40 años o así, porque me vine aquí con
cinco años.... ya me conozco el bosque como la palma de mi mano.
–
Usted por casualidad, no conocerá a Miguel Ángel Herrera Márquez, no?
–
Claro que le conozco, viene mucho por aquí. Aunque hace como una semana o así que
ya no me viene a visitar. Lo conozco desde que era muy pequeñito, sus padres se
murieron y se quedó huérfano. Estuvo varios años en el orfanato de Saint Germain.
Un orfanato que está cerca de aquí…
–
Entonces Miguel Ángel era huérfano?
–
Sí, mire, cuando mi marido aun vivía, el trabajaba aquí, en la granja. Pero yo
trabajaba en el orfanato. Miguel Angel llegó al orfanato muy triste, por la
muerte de sus padres, pero yo enseguida me hice su amiga. Poco a poco le fui
cogiendo mucho cariño.
–
Y por que cerró sus puertas el orfanato?
–
Hace mucho tiempo, vino un conde francés llamado Germain Mercier, el conde
compró estas tierras y decidió comprar también una mansión. Pocos meses más
tarde, conoció a Flora, la que sería su mujer. Flora era una mujer muy guapa,
pero además de guapa, era simpática y con eso siempre se ganaba el amor y la
confianza de la gente. Unos años más tarde, tuvieron tres hijos, pero poco
después de nacer estos, Germain cogió una larga enfermedad. La enfermedad que
años más tarde le costó la vida. Flora, lo pasó fatal con la muerte de su
marido, y se sentía muy sola. Sabía que nadie le iba a querer tanto como lo
había hecho su marido. Pasaban los meses y cada vez se sentía más abandonada, así
que Flora decidió montar un orfanato. El orfanato llevaría por nombre ‘Saint
Germain’ en honor a su marido Germain. Y así se lo puso. Flora fue la jefa y
directora del orfanato, yo la conocía y la verdad que era una persona única. El
orfanato cerró sus puertas, tras una sorprendente noticia que dejo a la
población con la boca abierta. Flora desapareció, y nunca más se supo de ella.
Desde entonces el orfanato está cerrado.
–
Así que esta chica desapareció?
–
Sí, y parece ser que no es la única que desapareció. En el pueblo cuentan la
leyenda de que hace muchísimos años, también desaparecieron dos campesinos y
nunca más se ha sabido de ellos.
–
Desde cuando trabajaba usted en el orfanato?
–
Pues mire, yo soy una de las primeras personas que entró a trabajar allí. Y sé
todo sobre el orfanato, de hecho yo era amiga íntima de Flora. Una pena que
desapareciera…
–
No cree que todo es muy raro?
–
Pues si, por que desaparecieron los campesinos, Flora y… ahora a desaparecido
Miguel Ángel.
–
No, Miguel Ángel no ha desaparecido. Ha muerto, y este es el motivo de mi
visita. Encontré este mapa, y pone detrás su nombre. Ahora estoy investigando
sobre él, y sobre que esconde este mapa.
–
Como que ha muerto?
–
Si, siento darle yo esta noticia pero es así. Y que sepa que lo siento
muchísimo. Bueno, me tengo que ir ya, otro día volveré a hacerle otra visita.
Sonia y Roberto seguían
encerrados en esa sala, con la esperanza de salir algún día de allí. Pero eso
parecía imposible, Gerardo les tenía bien atados a los dos. Y hasta que no les
explicasen quien era Nicolás no iban a salir de allí.
Sonia cada vez estaba peor,
pero aguantaría lo que hiciese falta por salvar a su hijo Nicolás. No estaba
dispuesta a contar nada, ya que ella se piensa que Carlos y Sandra están
muertos, y no estaba dispuesta a arriesgar la vida de su otro hijo del que
nadie hasta ahora sabía de su existencia.
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