Dos días después…
Eran las siete en punto de
la mañana, Alfonso ya estaba en pie para preparar el desayuno a los niños. Sandra
fue la primera en despertarse, seguida minutos más tarde de todos los demás.
Alfonso, se alegró muchísimo
al ver que Sandra ya estaba muchísimo más animada y más contenta. Y la niña
quiso hablar con él.
–
Sabes una cosa, Alfonso?
–
A ver, dime cariño mío.
–
Mi papa siempre me decía, que tengo que confiar en la gente buena. Y yo se que
tu eres de los buenos. Muchísimas gracias por haberme ayudado en estos días.
–
Yo estoy muy contento de que por fin lo estés superando. Quiero que seamos
buenos amigos, vale?
Sandra, le dio un fuerte
abrazo a Alfonso y rápidamente se sentó en la mesa a desayunar con el resto.
Media hora más tarde, todos
subieron al coche del leñador, iban a ver su nuevo hogar. Un orfanato
abandonado en mitad del bosque, donde precisamente Alfonso encontró a las
criaturas.
Sonia y Roberto, seguían
retenidos en aquella sala. Gerardo, robó las llaves a su hermana. A
continuación cogió un coche y se fue directo a la casa de estos. Gerardo sabía
que escondían algo, y que lo que escondían estaba en su casa.
Tras la marcha de Gerardo,
los padres de Carlos y Sandra intentaron escapar. Pero no tuvieron éxito,
saltaron las alarmas y rápidamente vinieron a cogerlos.
Sonia y Roberto fueron
duramente maltratados por intentar escapar y eso les va a traer grabes
consecuencias.
Alfonso y los niños llegaron
al antiguo orfanato… Los niños ya estuvieron allí, después de haberse escapado
de ‘los hombres de negro’, la verdad es que el bosque no les traía muy buenos
recuerdos.
El orfanato era inmenso,
tenía alguna que otra humedad en las habitaciones, pero estaba bastante bien.
Tenía una biblioteca vieja y llena de libros. Una cocina bien grande y bonita.
Unas aulas bastante buenas. En general el orfanato estaba en bastante buen
estado. Lo que le faltaba era una buena limpieza y algún que otro arreglillo y
todo estaría a punto para que el orfanato volviera a reabrir sus puertas muchos
años después de su cierre.
Alfonso llevó a los niños a
una de las habitaciones más grandes del orfanato, era la habitación que más
buen estado tenia. Y en la que conviviran todos los niños a partir de ahora.
El leñador, dejó a los niños
en la habitación, y les dijo:
–
Chicos, venir aquí un momento.
–
¿Qué quieres Alfonso? – Dijo Carlos.
–
Yo me tengo que ir a casa a coger mas muebles para traerlos aquí. Pero antes os
voy a contar un cuento, vale?
–
Vale, que bien – Dijo Sandra más contenta
–
Vosotros sabéis el cuento de Caperucita? Caperucita era una niña tan buena como
vosotros. La niña, llevaba unos pastelitos a su abuelita… que vivía al otro
lado del bosque. Pero la pobre Caperucita Roja, se encontró con el malvado lobo.
Y este le dijo la dirección por donde más se tardaba en llegar a casa de su
abuelita. El lobo, que fue más listo cogió un atajo para llegar antes. Llamó suavemente a la puerta y
la abuelita le abrió pensando que era su nieta Caperucita. El malvado lobo,
cogió a la abuelita y se la comió, mas tarde llegó Caperucita, y el lobo
también se la comió. Pero allí, había un buen cazador que vio todo y salvó a
Caperucita y a su abuelita.
–
Que malo que era el lobo – Dijo Nuria con cara de asustada.
–
Si, el lobo era muy muy malo... Pero lo que yo os quería decir con todo esto,
es que mientras yo no esté aquí, no abráis a nadie la puerta. Porque ya habéis
visto lo que le pasó a la abuelita de Caperucita… Si alguien llama a la puerta,
no contestéis a nadie… ¿entendido?
–
Vale Alfonso, no vamos a abrir a nadie.
–
Yo voy a coger unos muebles que hay en casa para ponerlos aquí, en el orfanato,
y vuelvo enseguida.
Alfonso se fue inseguro por
haber dejado solo a los niños. Minutos más tarde de que el leñador se fuera,
alguien llamo a la puerta… Los niños, asustados, se escondieron debajo de la
cama de la habitación. No se cansaba de llamar y
llamar y los niños cada vez
estaban más asustados.
Lo único que puedo decirte es que realmente me leo esto desde que empieza hasta que acabo y que me tienes enganchadita...
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